Pan y rosas: el grito silenciado de las mujeres afganas -
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Pan y Rosas, dirigido por la cineasta afgana Sahra Mani, trasciende el simple registro documental para convertirse en un grito silenciado de las mujeres afganas bajo el régimen talibán tras la caída de Kabul en 2021. A través de un enfoque íntimo y crudo, el film sigue a tres mujeres cuyos nombres resuenan como símbolos de resistencia: Zahra, Sharifa y Taranom. Sus historias, tejidas con una cámara que captura tanto la opresión como la resiliencia, no solo conmueven, sino que plantean preguntas ineludibles sobre el estado del derecho internacional y los derechos humanos en un mundo que parece haberles dado la espalda.

Desde el punto de vista cinematográfico, Pan y Rosas es un ejercicio magistral de minimalismo narrativo. Mani opta por dejar que las protagonistas hablen por sí mismas, evitando la voz en off o los adornos estilísticos que podrían diluir la fuerza de sus testimonios. La fotografía, austera pero evocadora, refleja el encierro físico y emocional de estas mujeres: planos cerrados en interiores oscuros contrastan con breves destellos de luz que simbolizan su esperanza. La ausencia de una banda sonora intrusiva refuerza la sensación de realidad, haciendo que el espectador sienta el peso del silencio impuesto por un régimen que busca borrarlas de la existencia pública.

Sin embargo, lo que eleva este documental a una pieza imprescindible es su dimensión jurídica y de derechos humanos. Cada fotograma es un recordatorio de las violaciones sistemáticas perpetradas contra las mujeres afganas, un desafío directo a los principios consagrados en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. El derecho a la educación (Art. 26), negado por la prohibición talibán de que las niñas y mujeres asistan a escuelas y universidades, se manifiesta en los ojos de Zahra, una joven que anhela aprender y cuya voz tiembla al relatar cómo sus sueños fueron aplastados. Esta vulneración no es solo una tragedia personal, sino una afrenta a tratados como la CEDAW, que Afganistán ratificó pero que el régimen actual ignora con impunidad.

El film también expone la anulación del derecho a la igualdad y no discriminación (Art. 2 y 7). Sharifa, una madre que lucha por sostener a su familia en un contexto donde las mujeres no pueden trabajar, encarna la discriminación estructural que las reduce a ciudadanas de segunda clase. Desde una perspectiva jurídica, esto plantea un dilema: ¿cómo puede la comunidad internacional hacer cumplir las normas de derechos humanos cuando un gobierno no reconocido por muchos se ampara en una interpretación teocrática para justificar sus actos? La falta de mecanismos efectivos para proteger a estas mujeres subraya una crisis del derecho internacional, donde la soberanía estatal choca con la universalidad de los derechos fundamentales.

El tercer eje, la libertad y seguridad personal (Art. 3), emerge en la historia de Taranom, una activista que vive bajo la amenaza constante de represalias. Su valentía al alzar la voz, incluso en susurros, es un acto de resistencia que el derecho internacional debería proteger, pero que en la práctica queda a merced de un régimen que no rinde cuentas. Aquí, Pan y Rosas no solo documenta, sino que acusa: acusa a un mundo que observa desde la distancia mientras estas mujeres son despojadas de su humanidad.

Si bien el documental brilla en su capacidad para humanizar estas luchas, no está exento de críticas. Algunos podrían argumentar que su enfoque en tres historias individuales deja fuera el contexto político más amplio de la retirada estadounidense o las dinámicas internas del Talibán. Sin embargo, esta elección parece deliberada: Mani no busca explicar el “porqué” geopolítico, sino mostrar el “qué” de la experiencia humana, un “qué” que resuena con fuerza en los tribunales de la conciencia global.

Pan y Rosas es una obra imprescindible que combina cine y activismo con una potencia devastadora. No es solo un documental, sino una pieza de evidencia en un juicio moral y jurídico que aún no tiene veredicto. Para quienes creen en el poder del cine para cambiar perspectivas, este film es un recordatorio de que los derechos humanos no son abstracciones, sino vidas que se apagan en silencio cuando el mundo decide mirar hacia otro lado. Sahra Mani nos entrega un espejo incómodo, y es nuestra responsabilidad no apartar la vista. Está disponible en Apple TV.

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